El Museo del Hombre Chaqueño “Ertivio Acosta” a través de su Área de Investigaciones Históricas, evoca al Día de la Lealtad. El 17 de octubre de 1945 comenzaba a escribirse otra historia en la vida política y social de la Argentina. La clase trabajadora, se transformaba en factor de poder, luego de cincuenta años de luchas por mejores condiciones de vida y una legislación laboral que dignifique su existencia.
Desde 1943 venía perfilándose en el GOU (Grupo de Oficiales Unidos) el Coronel Juan Domingo Perón, que como Secretario de Trabajo y Previsión, había desplegado un accionar que favorecía a los sectores más desprotegidos, especialmente a los trabajadores del país.
Esta política produjo un doble efecto: Perón comenzó un idilio político con el movimiento obrero, y los sectores oligárquicos del país condenaron su accionar, unieron sus fuerzas, coaligándose con todo el arco político opositor que veía el drenaje de sus fuerzas. Éstas emigraban hacia el naciente movimiento nacional liderado por Perón.
La ira generada por la acción social del gobierno militar, produjo la ruptura en las propias filas del GOU, y operaciones políticas en los sectores más poderosos económicamente, para lograr la conformación de un frente que reuniera a los partidos políticos, entidades empresarias, rurales y a todos aquellos que quisieran mantener el modelo agro-exportador, conservador y dependiente.
En ese marco se pergeñó el pedido de renuncia de Perón a todos los cargos políticos y su posterior detención y traslado a la isla Martín García. Mas esos sectores no contaban con la irrupción de ese nuevo actor social, tantas veces excluido, postergado e invisibilizado: la clase obrera.
Fogoneados por dirigentes sindicales de la primera hora del peronismo, enrolados en el Partido Laborista, y Eva Perón primerísima figura de los años posteriores, salieron a las calles poniendo sus cuerpos en defensa de aquel hombre que les había dado entidad como sujetos históricos.
Aquella inusitada presencia de la Argentina morena, de los “grasitas”, de los “cabecitas negras” cambió el rumbo de la historia nacional.
Esa insurrección popular permitió que se abrieran las celdas, y que Perón, ese 17 de octubre, se uniera definitivamente con el movimiento obrero que lo llevaría a la presidencia de la nación en 1946 y en 1952.
Ya nada sería igual en la Argentina después de ese 17 de octubre. Las banderas de la independencia económica, la soberanía política y la justicia social flamearan en el corazón del movimiento obrero argentino a pesar de los golpes de estado, las persecuciones, cárceles, exilio y muerte que sufrieron sus integrantes, por el sólo hecho de sentirse protagonistas de la historia nacional como sujetos plenos de derechos.