jueves, 3 de octubre de 2013

MARTIRES DE LA PATAGONIA TRÁGICA

El Museo del Hombre Chaqueño “Ertivio Acosta” a través de su Área de Investigaciones Históricas, evoca los sucesos de la revuelta de la Patagonia. Hacia fines de la segunda década del siglo pasado, la actividad lanera ocupaba a miles de trabajadores en el sur de nuestro país y Chile. Las condiciones de vida de los obreros y changarines eran realmente deplorables según diarios de la época.
La revolución de los comunistas rusos (1917), y la finalización de la Primera Guerra Mundial, provocaron mutaciones en el pensamiento y en las organizaciones gremiales del Movimiento Obrero. Por su parte el final de la guerra, provocó una baja en los precios de la lana y una amplia desocupación.
En 1920 estalló una huelga en el sur chileno, la que fue aplastada. Los dirigentes del movimiento buscaron refugio en la Argentina. En octubre de ese año la lucha recrudeció, fogoneada por la Federación Obrera magallánica de Punta Arenas y la Federación Obrera Regional de Río Gallegos.
El presidente argentino Hipólito Irigoyen ordenó al teniente coronel Hector Benigno Varela a marchar a la Patagonia para sofocar la rebelión. En esa oportunidad Varela actuó con un tinte negociador, logrando algunas conquistas para los trabajadores, lo que puso fin al conflicto.
Pero los patrones, en su mayoría no cumplieron con lo pactado, lo que generó que la lucha se reiniciara, esta vez con los obreros débilmente armados.
Nuevamente Varela es enviado al sur, pero esta vez, ante la sospecha de que los trabajadores argentinos estaban apoyados por los carabineros chilenos, actuó con la mayor de las crueldades.
Los obreros argentinos estaban encabezados por dirigentes anarquistas en su mayoría, destacándose entre ellos: Ramón Outurello, Antonio Soto y José Font (alias Facón Grande). El método de acción del Regimiento 10 de Caballería fue el de la detención, tortura, juicio sumarísimo y fusilamiento de los trabajadores, estuvieran o no adheridos a la huelga.
Paso Benitez, Río Chico, Cerro Negro y la Estancia La Anita, fueron escenarios, entre tantos otros, de los fusilamientos de centenares de obreros. Los operativos rastrillo se extendieron hasta Chile, buscando obreros huelguistas. La campaña de exterminio finalizó el 10 de enero de 1922. En total fueron fusilados 1.500 obreros.
Fuerzas civiles (Liga Patriótica, Sociedad Rural) festejaron el accionar de Varela, el que fue asesinado en un atentado, el 27 de enero de 1923,  a manos del dirigente anarquista alemán de apellido Wilkens.

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