miércoles, 30 de marzo de 2016

EL FIN DE LA DICTADURA

A comienzos de los años ochenta, la dictadura cívico-militar acusaba los signos del desgaste.
Inflación, recesión, endeudamiento, desocupación, eran síntomas de un proceso de concentración y centralización monopolista que tuvo a José A. Martínez de Hoz como al autor intelectual y ejecutor de un plan económico de sometimiento y dependencia.
Sin hablar de las políticas represivas -a las que hemos aludido la semana anterior- hoy acudimos a la memoria colectiva, para evocar la heróica lucha de los trabajadores argentinos contra la dictadura, aquel 30 de marzo de 1982.
Los miembros de los partidos políticos que habían festejado la llegada de los militares en 1976, ahora pedían su alejamiento y la apertura política.
La intencionalidad política de la CGT, con Saúl Ubaldini al frente, iba más allá. A ella se le unían banderas muy sentidas por la clase obrera: freno a la ola de despidos, contra la carestía de la vida, autonomía sindical, pleno empleo, precios máximos para la canasta familiar, cierre de las importaciones.
“Paz,  Pan y Trabajo” fue la consigna de aquel paro nacional, tan masivo que ni los sectores más optimistas podían pensar, y que arrojó como saldo un obrero muerto y centenares de detenidos. Pero la cresta de la ola estaba demasiado elevada. La dictadura tenía los días contados. La clase obrera se ponía una vez más, como lo había hecho en repetidas oportunidades a lo largo de la historia, al frente del descontento popular.
La lucha de amplios sectores populares, más la derrota en Malvinas, profundizo la retirada de esta sector de la sociedad, que había llegado para “resguardar el estilo de vida occidental y cristiano”.

viernes, 11 de marzo de 2016

EL TRIUNFO ELECTORAL DEL PERONISMO

El Área de Investigaciones Históricas del Museo del Hombre Chaqueño recurre a la memoria colectiva de los argentinos para evocar este 11 de marzo el triunfo de la fórmula peronista que encabezaba Héctor J. Cámpora, acompañado por Vicente Solano Lima.
Tras 18 años de proscripción, el peronismo volvía a inscribir su nombre en los anales de la historia nacional, permitiendo de esta manera expresar el sentimiento de millones de argentinos, que no habían perdido las esperanzas de ver nuevamente a su líder en los balcones de la casa Rosada.
Centenares de muertos, desaparecidos, militantes detenidos y perseguidos y una proscripción política feroz había sido el precio que habían pagado los combatientes de la resistencia peronista para volver al poder político.
El general Alejandro Agustín Lanusse, al frente del ejecutivo de la dictadura cívico militar que había desplazado en 1966 al presidente Illia, urdió la última maniobra para impedir el retorno del general Perón a las lides políticas de nuestro país: el fundamento para prohibir su retorno a la contienda electoral fue el no poseer domicilio en nuestro país.
En el marco del Gran Acuerdo Nacional (GAN) se llevaron a cabo las elecciones,  donde triunfó la fórmula alternativa al recoger más de seis millones de votos (49%); y triunfar sobre los radicales que encabezaba el Ricardo Balbín (26 %).
La estrategia del líder justicialista fue delegar en manos de Héctor J. Cámpora, la posibilidad de que una vez en el gobierno, prepare el terreno para su retorno definitivo y entonces participar de un acto electoral transparente.
“Campora al gobierno, Perón al poder” fue la consigna impulsada por el peronismo, y tuvo como protagonista principal a un sector político que cumplía un rol fundamental en la lucha por la vuelta del  General: la Juventud  Peronista (JP), que celebró con la máxima algarabía la asunción de la fórmula triunfante el 25 de mayo de ese año.
Cincuenta y nueve días después Cámpora presentó su renuncia y dejó allanado el camino para que el hombre que gobernó la argentina entre 1946 y 1955, se consagre como presidente de la nación, hasta el día de su muerte, en el mes de julio del año siguiente.

lunes, 7 de marzo de 2016

ALGO HABRÁN HECHO ELLAS, UN 8 DE MARZO

El siguiente texto fue extraido de la presentación del libro “Algo habrán hecho ellas. Mujeres en la historia chaqueña”, editado por el Museo del Hombre Chaqueño. El libro es una investigación colectiva que contiene además una muestra itinerante y una convocatoria permanente, a través de la cual se propone rescatar figuras femeninas destacadas en todo el territorio provincial. Parte de esa muestra está exhibida en el Museo hasta el 11 de marzo, centrada en la mujer y la política en el Chaco y en el contexto nacional e internacional.

PREGUNTAS Y CUESTIONES
¿A quiénes recordamos en la historia nacional? ¿Y en la provincial? ¿De qué forma otorgamos relevancia a los aportes de unos y otros? Sabemos que la designación de próceres, el reconocimiento al ponerle sus nombres a calles y a otros lugares públicos, al trasmitir sus historias de vida en las escuelas, son decisiones que traducen esa relevancia de esas personas para un colectivo. El rol de la mujer se vinculó durante mucho tiempo exclusivamente al espacio de la vida doméstica, a las tareas de la casa, a la crianza de los hijos. Durante el primer siglo de historia, algunas de las mujeres reconocidas públicamente fueron las madres, las esposas o las hijas de esos próceres. Hace un poco más de treinta años comenzó un cambio con respecto a la forma de escribir la historia. Cambió su eje discursivo hacia los grupos marginales o carentes de poder, entre los que se encuentran las mujeres. Esto dio lugar a lo que se conoce como historia de género, en que las investigaciones historiográficas exponen una historia en la que las mujeres dejan de ser víctimas, compañeras, “parientes de”, para convertirse en protagonistas. Durante mucho tiempo las mujeres, las latinoamericanas, las argentinas y las chaqueñas, han estado olvidadas de la historia. La invisibilidad se debe al confinamiento casi excluyente de la dedicación femenina a tareas en los espacios privados –a cargo de la reproducción material y doméstica–, trabajo no valorizado ni remunerado, y por ende menos merecedor del discurso historiográfico que la labor pública, preservada para los varones. Otro motivo de esta invisibilidad son los pocos registros existentes del paso de aquellas mujeres que fueran pioneras en tareas públicas. Hurgar en documentos oficiales da cuenta de la naturalización de su exclusión como parte del quehacer social. Si bien la mujer comenzó a tener presencia en la historiografía en la década del 70, fue a fines del siglo XIX que comenzaron a organizarse para reclamar derechos a ser consideradas sujetos políticos, exigiendo derecho a ejercer la ciudadanía por medio del sufragio. Una vez adquirida la igualdad civil –derecho a votar–, la lucha continuó hasta obtener derechos vinculados con la elegibilidad. A nivel nacional, es insoslayable mencionar la incansable lucha de Alicia Moreau, Julieta Lanteri y Eva Duarte, entre muchas otras.

LA MUJER EN EL CHACO
Una primera observación respecto del reconocimiento de las mujeres chaqueñas, puede advertirse en la escasa presencia de sus nombres en las calles que recuerdan a personajes destacados, ni tampoco instituciones públicas/privadas. Un ejemplo de esto es que en la ciudad de Resistencia -capital de la provincia del Chaco- sólo 30 calles de más de setecientas llevan nombres de mujeres; esto equivale a no más de 3% (estadística realizada al 2010). En este porcentaje se incluyen nombres tales como: Isabel la Católica, Virgen del Valle, Santa Clara de Asís, Remedios de Escalada, Alicia Moreau de Justo, Eva Duarte de Perón, Alfonsina Storni, Victoria Ocampo. Los nombres de mujeres chaqueñas o que aparecen con este reconocimiento en la historia local, son apenas diecisiete: Rita Agote de Sustaita, Cecilia Berdora de Serens, Ángela C. de Bouvier (calle y pasaje), Adelina del Carril, Mercedes M. de Douvivier, Yolanda Pereno de Elizondo (calle y pasaje), Leonidas González Montaner, Celmira Gonzevat de Cabral, Rosa Guaru, Alicia Le Saige, María Moisan, Cármen viuda de Ross (calle y pasaje), Santa Vicenta María, Nicasia Magan de Bouzada, I. Etcheverrigaray, Estefanía Selaya de González, María Sáenz de Bernet. Pero, además de sus nombres ¿qué sabemos de ellas? Para finalizar, citamos a Dora Barrancos en su libro “Mujeres en la sociedad argentina” cuando dice que: “No puede decirse que la historia ignorara a las mujeres, sino que apenas justipreció su participación más allá de los círculos domésticos y de la esfera de la intimidad. Nuestros historiadores fundacionales pudieron vislumbrarlas como cooperantes y aun como participes decisivas en situaciones de crisis y de riesgo colectivo, pero prevalecieron los signos de una identidad femenina bien conocida hasta nuestros días: se atribuía a las mujeres debilidad física, intelectual y moral, así como exceso de sentimentalismo”. (Editorial Sudamericana, Bs. As. 2007, pág. 11.)