La lucha contra los privilegios, el lujo ostentoso, la impunidad, la venalidad, el nepotismo y las injusticias sociales del régimen zarista que gobernaba ese país, se había tornado una obligación moral y en un honor para miles de militantes sociales.
El Zarismo era combatido en todos los frentes, pero Lenín marcaba la diferencia entre los líderes de la revolución, por su vehemencia, su pasión y claridad de conceptos.
Había nacido en 1870 y pasado la mayor parte de su juventud, preso o en el exilio. A los 14 años había comenzado a leer “los libros prohibidos”.
Desde su exilio en Siberia, llamaba a los obreros y campesinos a organizarse para implantar una sociedad sin clases sociales.
Así, el proletariado ruso junto a sus “camaradas” del campo, se organizaron en “soviets”, y la consigna era que el viejo régimen, debía ser reemplazado por el pueblo en armas.
“En Petrogrado -sostiene el el periodista Atilio Borón en un diario nacional- en los albores de la revolución, Lenín fue recibido por las masas enfervorizadas, la revolución obrera y popular había comenzado”.
Se iniciaba la guerra civil contra los desestabilizadores del gobierno de los trabajadores, campesinos y soldados, quienes atentaron contra su vida en 1918. Cuatro balas no pudieron ser extraídas de su cuerpo y falleció el 21 de enero de 1924, por las secuelas de aquel atentado.
“Hemos de luchar por la revolución social, luchar hasta el fin, hasta la completa victoria del proletariado. Viva la revolución socialista mundial”, sostuvo en uno de sus últimos discursos, según relata el historiador Edmund Wilson. Los obreros eran los dueños del poder.
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