En el último tercio del siglo XIX, el capitalismo mundial, había llegado a su etapa económica superior: el imperialismo.
Nuestro país, en plena etapa de organización del Estado-Nación, se incorporaba a la división internacional del trabajo, con un rol asignado por las grandes potencias internacionales: el de país agroexportador.
En ese marco, los sectores dominantes de la naciente nación, tenían por delante varias tareas, entre ellas, la de poblar lo que las mismas denominaban “el desierto verde”
Hacia 1880, el Chaco era el único territorio que se hallaba bajo el dominio de los indígenas. Para ampliar la frontera agropecuaria, y “poblar el desierto”, había que implementar un doble proceso político, económico y social.
En primer lugar se debía “despoblar” el Chaco de sus primitivos dueños: los pueblos originarios. Para ello pergeñaron un plan genocida que culminó con la derrota militar de los indígenas, en la campaña del general Victorica, a mediados de la década del 80.
En paralelo, se publicitaba en Europa, una vida próspera para todos los que quisieran la aventura en tierras argentinas.
Así llegaron, según testimonios orales (no hay acta fundacional), el 2 de febrero de 1878, a las inhóspitas tierras del Chaco aquellas familias friulanas, que no esperaban encontrarse con este paisaje ni con este clima.
A fuerza de voluntad, en un escenario cargado de carencias, con hachas, machetes y arados, fueron tejiendo esperanzas y construyendo “la segunda patria” soñada.
Con suerte variada, lograron armar un tejido social, donde la diversidad cultural, moldeó hábitos y costumbres, a los milenarios pobladores y a los llegados allende los mares.
Con una porfía tesonera, algunos lograron una movilidad social ascendente, mientras otros continuaban luchando por la anhelada tenencia de la tierra.
El siglo XX los encontró luchando por ideas libertarias y utopías revolucionarias, o por simple mejoras en las condiciones de vida, pero firmes en su voluntad de construir una sociedad que posibilite sus logros como sujetos históricos y el cumplimiento efectivo de sus derechos.
A ellos evoca, saludando a aquellos pioneros de la hora primigenia, el Área de Investigaciones Históricas del Museo del Hombre Chaqueño.
Nuestro país, en plena etapa de organización del Estado-Nación, se incorporaba a la división internacional del trabajo, con un rol asignado por las grandes potencias internacionales: el de país agroexportador.
En ese marco, los sectores dominantes de la naciente nación, tenían por delante varias tareas, entre ellas, la de poblar lo que las mismas denominaban “el desierto verde”
Hacia 1880, el Chaco era el único territorio que se hallaba bajo el dominio de los indígenas. Para ampliar la frontera agropecuaria, y “poblar el desierto”, había que implementar un doble proceso político, económico y social.
En primer lugar se debía “despoblar” el Chaco de sus primitivos dueños: los pueblos originarios. Para ello pergeñaron un plan genocida que culminó con la derrota militar de los indígenas, en la campaña del general Victorica, a mediados de la década del 80.
En paralelo, se publicitaba en Europa, una vida próspera para todos los que quisieran la aventura en tierras argentinas.
Así llegaron, según testimonios orales (no hay acta fundacional), el 2 de febrero de 1878, a las inhóspitas tierras del Chaco aquellas familias friulanas, que no esperaban encontrarse con este paisaje ni con este clima.
A fuerza de voluntad, en un escenario cargado de carencias, con hachas, machetes y arados, fueron tejiendo esperanzas y construyendo “la segunda patria” soñada.
Con suerte variada, lograron armar un tejido social, donde la diversidad cultural, moldeó hábitos y costumbres, a los milenarios pobladores y a los llegados allende los mares.
Con una porfía tesonera, algunos lograron una movilidad social ascendente, mientras otros continuaban luchando por la anhelada tenencia de la tierra.
El siglo XX los encontró luchando por ideas libertarias y utopías revolucionarias, o por simple mejoras en las condiciones de vida, pero firmes en su voluntad de construir una sociedad que posibilite sus logros como sujetos históricos y el cumplimiento efectivo de sus derechos.
A ellos evoca, saludando a aquellos pioneros de la hora primigenia, el Área de Investigaciones Históricas del Museo del Hombre Chaqueño.
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