El Área de
Investigaciones Históricas del Museo del Hombre Chaqueño rinde emocionado
homenaje a aquellos hombres y mujeres que en julio de 1816 avanzaron por el
camino de la independencia definitiva, al declararla en el Congreso de Tucumán,
el 9 de julio de ese mismo año.
Si
bien formalmente ese acto de soberanía se cumplió en la capital tucumana, en
otras latitudes del territorio de las Provincias Unidas del Río de la Plata,
sobre el mismo terreno, se estaba jugando el destino de la patria.
Después de la derrota
en la Batalla de Sipe-Sipe, donde cayeron 2.000 patriotas, el panorama para
nuestros hombres revolucionarios resultó complicado, sobre todo teniendo en
cuenta la situación política de Europa, donde Napoleón Bonaparte había sido
definitivamente derrotado, y el Rey de España, Fernando VII repuesto en el
trono preparaba una gran expedición armada contra el Río de la Plata.
La situación no fue
más grave gracias a la imponderable acción de Martín Miguel de Güemes, el cual
defendió durante seis años nuestras fronteras del norte, lo que permitió a San
Martín preparar el Ejército de los Andes.
A este oscuro
panorama debió sumarse, la invasión de la Banda Oriental por parte de los
portugueses, la caída de Chile en manos de las tropas del Virrey del Perú, y
Méjico obedecía nuevamente al mando español.
Sin embargo la acción
persuasiva del General San Martín, Belgrano y Artigas, (quién había dado a los
pueblos originarios del Uruguay la
libertad y la soberanía prometidas en la revolución de mayo de 1810),
fogonearon la idea de declarar la independencia como una forma de legitimar lo
que se estaba peleando en todo el territorio.
A partir de aquel
hecho declarativo ocurrido en Tucumán, las guerras tomaron carácter internacional y el grito de independencia era ya no sólo contra España sino contra cualquier otra potencia del mundo
que pretendiera dominar estas tierras.
Ya no habrá más
subordinación a “Su Majestad Fernando VII”, la Máscara de Fernando cayó
definitivamente y luego de aquel agitado mes de julio de 1816 seguió la etapa
superior de la lucha política: la guerra revolucionaria que se prolongará por
varios años. La gesta de julio era un canto a la libertad, que había que
garantizar por el camino de las armas.
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