martes, 8 de julio de 2014

LOS AÑOS DE LA REVOLUCIÓN POR LA INDEPENDENCIA

El Área de Investigaciones Históricas del Museo del Hombre Chaqueño rinde emocionado homenaje a aquellos hombres y mujeres que en julio de 1816 avanzaron por el camino de la independencia definitiva, al declararla en el Congreso de Tucumán, el 9 de julio de ese mismo año.
Si bien formalmente ese acto de soberanía se cumplió en la capital tucumana, en otras latitudes del territorio de las Provincias Unidas del Río de la Plata, sobre el mismo terreno, se estaba jugando el destino de la patria.
Después de la derrota en la Batalla de Sipe-Sipe, donde cayeron 2.000 patriotas, el panorama para nuestros hombres revolucionarios resultó complicado, sobre todo teniendo en cuenta la situación política de Europa, donde Napoleón Bonaparte había sido definitivamente derrotado, y el Rey de España, Fernando VII repuesto en el trono preparaba una gran expedición armada contra el Río de la Plata.
La situación no fue más grave gracias a la imponderable acción de Martín Miguel de Güemes, el cual defendió durante seis años nuestras fronteras del norte, lo que permitió a San Martín preparar el Ejército de los Andes.
A este oscuro panorama debió sumarse, la invasión de la Banda Oriental por parte de los portugueses, la caída de Chile en manos de las tropas del Virrey del Perú, y Méjico obedecía nuevamente al mando español.
Sin embargo la acción persuasiva del General San Martín, Belgrano y Artigas, (quién había dado a los pueblos originarios del Uruguay  la libertad y la soberanía prometidas en la revolución de mayo de 1810), fogonearon la idea de declarar la independencia como una forma de legitimar lo que se estaba peleando en todo el territorio.
A partir de aquel hecho declarativo ocurrido en Tucumán, las guerras tomaron carácter internacional y el grito de independencia era ya no sólo contra España  sino contra cualquier otra potencia del mundo que pretendiera dominar estas tierras.

Ya no habrá más subordinación a “Su Majestad Fernando VII”, la Máscara de Fernando cayó definitivamente y luego de aquel agitado mes de julio de 1816 seguió la etapa superior de la lucha política: la guerra revolucionaria que se prolongará por varios años. La gesta de julio era un canto a la libertad, que había que garantizar por el camino de las armas.

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