lunes, 18 de abril de 2022

EN BUSCA DE LA TIERRA SIN MAL


Publicado en Diario Norte - 24 de Julio de 2005



Los mitos son relatos acerca de épocas o hechos que la historia no aclara, y que contienen una situación ya real transformada en noción religiosa, ya la invención de un hecho con la ayuda de una idea.

Han representado íntimos anhelos de quienes los han generado, reflejaban la vida moral y material de los pueblos originarios, y hasta una solución arbitraria de problemas cosmogónicos, pero también sociales.


Veamos de qué manera la mitología regional influye en la cosmogonía indigena local. 

En las actuales zonas del Paraguay y sur de Brasil, tuvieron un desarrollo milenario las tribus tupí-guaraní y guaraní. Las confluencia de los ríos Paraná, Paraguay, Pilcomayo y Bermejo fue el escenario del transitorio asentamiento de tribus indígenas que luego siguieron caminando la selva en busca de definitivo arraigo.

Ulrico Schmidl (cronista del Paraguay en el siglo XVI), Alfredo Metraux y Kurt Nimuendaju (citados por Mario Ford) y, más recientemente, R. Tissera y Ertivio Acosta, son fuentes ineludibles de la mitología regional.

“Entre las antiguas creencias de los tupí-guaraní —sostiene Metraux— , ninguna ha sido tan viva como aquella que creen en una tierra donde el sufrimiento no existiría bajo ninguna de sus formas, donde las azadas socavan ellas mismas el suelo y donde los cestos se llenan milagrosamente, sin que los hombres tengan que hacer ningún esfuerzo. Los apapokuva representan ese paraíso terrenal como un lugar donde no se muere jamás y donde se puede comer hasta saciarse. Lo llamaban Y Ví-Marsé-i; la tierra sin mal.

Kurt Nimuendaju formula su hipótesis en coincidencia con el autor antes mencionado, sosteniendo que la llegada de los guaraníes al sur de Brasil sería parte de la última fase de una gran migración hacia el este, en busca de la tierra sin mal.

Guyra Potí era un chamán, visionario, que un día, en un sueño, recibió la advertencia del próximo fin del mundo. El único modo de salvarse era huyendo hacía la tierra sin mal. Guyra Potí llega a la orilla del mar y construye allí una casa de danza. En ese momento comienza el incendio del mundo, seguido del diluvio.



Reacción mitológica de los tobas


Los desplazamientos masivos no solo se realizaban con el fin de llevar una existencia más conveniente, sino que también existe un interés vital. Cuando ocurriera la destrucción del mundo, ése sería el único lugar donde los hombres podrán refugiarse.

Los oguatava —grupo caminante— empujaron a las tribus selváticas a desplazarse desde el Caribe y rumbo al sur, hasta las proximidades del Chaco Paraguayo, quinientos años antes de la llegada de los españoles. 

Los karai (caudillos religiosos) dirigían los desplazamientos. Estos protectores chamánicos eran dueños de una potencia mágica, capaces de destruir a sus enemigos, ya que la búsqueda de la tierra mitológica no podía resolverse con migraciones pacíficas. 

Se abrían camino a través del combate, de disputar el terreno a los primitivos ocupantes, de olvido de la meta mesiánica. Así entran en contacto con el grupo guaycurú. 



La danza de las cabelleras


En el artículo anterior (el Chaco Gualamba. Chaqueña 18/6/05). Nos referimos al hábitat de los grupos mbayas y paraguas (hoy extinguidos). Estas naciones, junto con los abipones, forman el viejo tronco guaycurú. Tobas, mocovíes y pilagás constituyen un grupo contemporáneo de la familia guaycurú.

La tribu dominante de este grupo ha sido, desde siempre, la toba.

Exponentes típicos del ethos guerrero y cazador fueron la barrera de contención de la expansión guaranítica en la prehistoria americana; pero además fue este grupo el que resistió trescientos años a las presiones del conquistador español.

Estos pueblos no tuvieron jamás vocación ni de servidores ni de esclavos frente a los pueblos indígenas vecinos, como tampoco frente a los hombres blancos.

Odiaban de los tupí-guaraní sus rituales antropofágicos. Sin embargo, ellos practicaban otros ritos que derivan de su cosmovisión mesiánica. La cabeza del enemigo, trofeo de victoria, a la que le despojaron de su cuero cabelludo, era coleccionada como prenda de aptitud del vinagre (el guapo, el que conduce).

La creencia en una especie de paraíso estaba bastante esparcida en toda el área cultural de los guaycurúes. El pueblo toba –entre ellos– imaginaba una tierra sin mal como una especie de isla lejana, donde los antepasados llevaban una vida perfecta, donde no existían ni la enfermedad ni la muerte.

La religiosidad toba incluía dos niveles históricos sucesivos: el Horizonte Cazador, que se refería a un mundo anterior, armónico entre los hombres y la naturaleza. El Horizonte Irradiado acentuaba el énfasis en la expectativa de un retorno a las condiciones del tiempo mítico por vía de apocalipsis periódicos, que incorpora la noción de una espera escatológica.

Estas destrucciones sucesivas son provocadas, en última instancia, por transgresiones morales y por un estado de corrupción en los hombres.



El paraíso de los antepasados


Entre los tobas, los mitos que llevan a lejanas tierras son generalmente el resultado de un impacto material sobre su realidad inmediata. Este impacto puede ser una agresión, un intento de sometimiento, una catástrofe natural, epidemias, o la pérdida de autonomía por la supremacía tribal vecina.

Pero estos impactos, que a veces se producen en forma conjunta, generan otras privaciones en lo moral y en lo emocional.

De allí que el mito no sólo busca satisfacer necesidades económicas, sino también –y al mismo tiempo– trata de encontrar soluciones a angustias presentes en otras dimensiones.

Dentro de este caudal mitológico toba, los movimientos milenaristas elegirán el momento de entrar en contacto con los españoles, fundamentos míticos para la resistencia.

Los pajes o antiguos chamanes predicaban la llegada de los tiempos nuevos. Incitaban a los indígenas a abandonar el trabajo de la tierra y a consagrarse a la danza para encontrar el camino del paraíso de los antepasados. Ellos le revelaban que, en la tierra sin mal, las plantas crecían solas, las flechas partían por su cuenta a cazar en la selva, los viejos volvían a ser jóvenes y todas las mujeres eran bellas.

¿Qué llevó a los pueblos guaraníes y chaquenses a esas migraciones míticas? Es posible que un gran acontecimiento hubiera desencadenado esas grandes movilizaciones. Tal vez por la insatisfacción ante un escenario rodeado de tapuya (enemigos).


Más allá del mar



En esta especie de cruzada en busca de la tierra sin mal, los tobit y los com-lic (tobas) buscaban el paraíso terrenal hacia el este, más allá del mar.

El proceso histórico desarrollado en este marco mediterraneo, con pueblos cuya mirada nostálgica estaba puesta en el mar (origen de sus ancestros?), hizo que los originarios abandonaran, paulatinamente, el Ivi-Maraei como fenómeno movilizador.

Este pasó a formar parte de sus rituales míticos como anhelo de un mundo más placentero, el que aún hoy continúan buscando a través de sus luchas.


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