lunes, 16 de mayo de 2022

El Chaco Gualamba

Publicado en Diario Norte - 19 de Junio de 2005


La conciencia mágica del indígena chaqueño transfiguró el pasado milenario, legendario e histórico de su prehistoria. La historia de los expedicionarios no pudo develar los misterios que la selva ocultaba; los vacíos y enigmas subsistieron aun mucho después de modificado el mapa político americano con la conquista del imperio español.

Rastrear ese pasado apunta a la recuperación de la memoria colectiva, y contribuye a la formación de nuestra propia identidad.



La inexpugnable y colosal dimensión del bosque (lo que hoy llamamos Gran Chaco), alberga a un conjunto de naciones indígenas que, desplazándose desde las Islas Antillas, o desde los canales fueguinos, encontraron el exilio interior ante la peligrosidad de belicosos vecinos.

¿Quiénes eran estos pueblos originarios? El territorio que ellos poblaron, ¿era el Chaco Gualamba, que tantos esfuerzos costó para explicar y delimitar, tanto geográfica como etimológicamente?.



Un bolsón de naciones indígenas


“Está el Chaco en el riñón y en el medio de estas provincias que lo tienen como cercado, que son Potosí, La Plata (Chuquisaca) , Santa Cruz de la Sierra y Tucumán. (Padre Lozano, citado por Ramón Tissera, 1969).

No hay, por lo tanto, coincidencia —en lo geográfico— acerca de la ubicación y límites del Chaco Gualamba (término utilizado por primera vez en 1589 por Juan Ramirez de Velazco, funcionario de la gobernación de Tucumán) con los que otros cronistas describieron con este nombre.

Es contundente la apreciación del gobernador al definir el espacio. También lo es la precisión del virrey Montes Claros (Perú, 1607), quien sostiene que “se cuenta por provincia del Chaco y LLanos de Manso, todo el demás espacio… al oriente del Perú”.

Posteriormente esta enorme región fue denominada Gran Chaco, y se reservó el nombre de Chaco Gualamba a la mesopotamia comprendida por los ríos Guapay y Parapeti, en las nacientes del Pilcomayo, al este de Chuquisaca (Bolivia).



En busca de las raíces


Resulta llamativo, por otra parte, que el término Chaco no haya sido mencionado por los conquistadores que, durante doscientos años, penetraron por los ríos Paraná, Paraguay y Bermejo, y los que lo hicieron desde Santiago del Estero, a partir de 1568. No existe documentación que acredite esta presencia.

Es más: Ramón Tissera hace referencia a que, cuando Alonzo de Vera y Aragón fundó Concepción(1585), las crónicas mencionaban esa fundación en la “provincia del Bermejo”.

No era pues al este del Tucumán donde estaba el Chaco Gualamba, sino al nordeste de este territorio, cercano a las últimas serranías del Alto Perú. Esta llanura selvática fue la morada de un “bolsón de toda clase de indios”, al decir del historiador Furlong.

Refugio óptimo o desesperado de naciones indígenas expulsadas de sus territorios, el Chaco prehistórico constituyó un mosaico de tipos raciales, y la heterogeneidad fue un rasgo destacado.

Pero se dará en este escenario un fenómeno social y antropológico poco estudiado, y que determinó un proceso clasista muy original en el marco histórico de tribus primitivas.

El Gran Chaco agrupó corrientes migratorias pámpidas, andinas y brasílidas, grupos paranaenses y magallánicos. En esto hay acuerdo entre los historiadores. La tradición oral indígena aumentó los enigmas a medida en que crecían las crónicas y los relatos escritos.



Un fenómeno casi feudal


En el siglo XV, los chiriguanos se desprendieron de la nación indígena guaraní y se desplazaron hasta las primeras estribaciones andinas, región que recibió el nombre de cordillera chiriguana.

Un poco más al sur, en las nacientes del Pilcomayo, habitaba la tribu de los chanés, de costumbres sedentarias, hábiles alfareros y tejedores del algodón. De una fina orfebrería, este grupo provenía del archipiélago de las Antillas.

El núcleo central de los chanés quedó en las inmediaciones del río Guapay, donde terminaron sometidos por los chiriguanos.

Mientras un subgrupo, los chané-guaná, llegó hasta la zona occidental del actual territorio del Paraguay, donde los mbyas, indígenas ultraguerros, los sometieron a vasallaje.

Este grupo chané pidió protección bélica a cambio de un sometimiento servil. Al pasar a ser vasallos de los mbyas, en una especie de pacto de asistencia recíproca, asistimos por analogía al modelo económico social típico del feudalismo europeo de la Edad Media, con la diferencia de que en el Chaco primitivo los labriegos (chanés) no son dominados por un señor feudal, sino que sus señores son una tribu (mbyas).

Este particular proceso, poco conocido, vino a romper el riquísimo desarrollo cultural chané, por parte de una tribu minoritaria pero terriblemente violenta, a la que algunos antropólogos han llamado “los Atila del Chaco Boreal”.

Se hace referencia de esta manera al pueblo bárbaro europeo de los hunos: “por donde pasan los hunos, no vuelve a crecer el pasto”.

Pero este caso no debe verse como una generalidad, constituye un hecho aislado, digno de un estudio más profundo. El rasgo característico de la existencia de las primeras civilizaciones en el Chaco primitivo fue el enfrentamiento tribal.



La influencia incásica


En el artículo publicado en La Chaqueña (La maldición de Guacané, 29/8/2004), hacíamos referencia a las pretensiones del inca de establecer una provincia incaica en el territorio chaqueño.

Varios decenios antes de la llegada de los españoles, diez mil hombres dirigidos por el inca Tupac Yupanqui sufrieron una terrible derrota de mano de los chiriguanos. Esto obligó a los incas a cambiar de estrategia. El curacá (especie de gobernador) Guacané se ganó la simpatía de los chanés y este avance le permitió la introducción de la costumbre de la cacería en cercos (chacú), generalizada posteriormente entre los indígenas chaquenses.

Guacané representó años de atraso para las tribus lugareñas. Finalmente, este inca fue asesinado por los chiriguanos. El jesuita Padre Lozano fue quien introdujo en las crónicas el nombre de la región (Chaco) como palabra de procedencia quechua.

Al este del Tihuantinsuyu (imperio incaico), ámbito de misterio y peligro, la selva chaqueña albergó en su etapa primitiva un complejo étnico-cultural, cuya evolución encierra aún zonas oscuras. Leyendas e historias se entrecruzan en la espesura del monte. Muchos misterios quedan por develar. Recuperar la memoria colectiva contribuirá a la reafirmación de la identidad de nuestros pueblos originarios.



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