viernes, 15 de marzo de 2013


FUNDACION Y POBLAMIENTO
DE SAN BUENAVENTURA DEL MONTE ALTO

Esta semana el Museo del Hombre Chaqueño “Profesor Ertivio Acosta”, a través de su  Área de Investigaciones Históricas, evoca el proceso que dio origen a San Buenaventura del Monte Alto, oportunidad que es propicia además para reflexionar sobre el significado que tuvieron estas instituciones en la “regulación y disciplinamiento” de los pueblos originarios.
Creadas con el supuesto objetivo de evangelización de los “ bárbaros” indígenas, muchas de estas reducciones finalizaron convirtiéndose en verdaderos campos de “disciplinamiento”, para poder tener a disposición del hombre blanco, la mano de obra barata que necesitaba el capitalismo tardío implantado en estas latitudes.
Curas franciscanos, como el padre Fray  Antonio Grossi,  Agustín Bertaca y Francisco Ristoto, fueron artífices de la fundación y poblamiento de la Reducción de Monte Alto.
Puesta bajo la advocación de San Buenaventura, fue fundada el 12 de marzo de 1865, y los días posteriores se dedicaron a atraer a los “indios mansos” que quisieran poblarla. Tobas y Vilelas amigos, bajo el cacicazgo de Leoncito, lograron contener una población de 180 indígenas que fueron educados para las tareas agrícolas, la vida en chozas individuales y las primeras enseñanzas del catecismo.
Con la colaboración de los propios indígenas más una subvención de los gobiernos nacionales y de Corrientes, esta reducción logró subsistir hasta 1869, en que las autoridades suspendieron toda ayuda.
La resistencia indígena, aún dentro de la misión (ya  que el liderazgo de Leoncito era sólo para tiempos de guerra), impidió, junto a otras adversidades, el desarrollo armónico de la labor misionera.
Él apoyo al proyecto franciscano, había caducado hacia 1870. Fray Bertaca y Ristoto, permanecieron hasta 1875, año en que abandonaron la misión y retornaron a Corrientes. Dejaron la reducción a cargo de Leoncito, pero todo el esplendor de los primeros tiempos fue desapareciendo.
Los materiales que pertenecían a la obra original, y que permanecieron a pesar de los robos frecuentes, fueron rescatados por personal del Museo del Hombre Chaqueño y del Museo Ichoalay. En el primero de ellos se puede apreciar una pira bautismal, diez placas de bronce, una estatua de San Antonio, un moño de bandera de ceremonia, una estatua de San Fernando de 1,50 metros de altura, una campana de hierro original, una cruz de hierro de un metro de altura, todo perteneciente al patrimonio de la reducción de Monte Alto.
Concluyó así uno de los intentos misionales más importantes del Chaco durante el siglo XIX, A partir del siglo siguiente las Reducciones Indígenas, tendrán otra funcionalidad, configurando un lugar de encierro con formas casi esclavas de trabajo de los pueblos originarios. Allí en una de esas Reducciones, ocurrió la Matanza de Napalpí. Pero esa historia merece otros relatos.

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