El Área de Investigaciones Históricas del Museo del Hombre Chaqueño “Ertivio Acosta”, evoca este 2 de abril, la recuperación transitoria de Malvinas e Islas del Atlántico Sur.
Este hecho militar era y es un caro sentimiento de la población argentina, desde que en 1833, el imperio británico usurpó por la fuerza este archipiélago, que por fundamentos geográficos, históricos y jurídicos pertenece a la Argentina.
Esta ocupación, improvisada, se daba en el marco de la última etapa de la dictadura cívico-militar más genocida que conociera nuestro país.
Las crecientes luchas populares, que tuvieron su más alta expresión el 30 de marzo de 1982, hicieron retroceder los planes políticos de la Junta Militar, quienes pergeñaron una maniobra distractoria apelando a un anhelo muy sentido por los argentinos: recupera Malvinas, para nuestra soberanía.
Para implementar ese proceso, acudieron al lo servicios de jóvenes sin adiestramiento militar para una proeza de esa naturaleza.
Ignorando el destino de la operación, las tropas nacionales, en su mayoría del interior del país, sufrieron toda clases de privaciones por falta de una logística adecuada, antes y durante las operaciones.
Todos los padecimientos que sufrieron los soldados argentinos llenaron miles de páginas, volcadas en distintos testimonios escritos. Sus relatos y las imágenes rescatadas de aquellos sucesos estremecieron hasta las lágrimas a varias generaciones.
Pero tal vez lo más condenable sean los tormentos que sufrieron los que para algunos eran “ los chicos de la guerra”. Condenados sin juicio, por “ robar una oveja” u otras nimiedades; para palear las hambrunas a las que fueron sometidos, fueron estaquedos a la intemperie, torturados y condenados al frío de aquellas latitudes.
La dictadura que gobernaba el país, extendía el Terrorismo de Estado, contra sus propios combatientes.
A pesar de la intrepidez, el ingenio y la valentía de aquéllos verdaderos héroes, el sólo hecho de enfrentarse a la flota más poderosa del mundo apoyada por la OTAN y las fuerzas norteamericanas, anunciaba que la guerra era en sí “ la crónica de una derrota enunciada”, mientras que por los medios oficiales anunciaban que “ íbamos ganando”.
Más allá de la derrota, dolorosa en sí, las secuelas negativas se prolongaron en el tiempo. La “desmalvinización” inducida desde el poder, la negación de los ahora “ derrotados de Malvinas”, la impunidad de los torturadores, la negación de los derechos a los combatientes; el vacío social al que fueron condenados provocaron problemas psíquicos (que generaron cientos de suicidios), dificultades para su reinserción laboral y social, discriminación y marginación.
Hay una deuda moral, nacional, con los excombatientes de Malvinas. El pleno cumplimiento de sus derechos vale mas que mil medallas o monumentos. Por ello apelamos a la memoria colectiva, no sólo para que se los recuerde cada 2 de abril, sino porque este es el tiempo para el reconocimiento. La política de Estado, de Memoria, Verdad y Justicia está llegando a la causa Malvinas. Es el mejor homenaje para ellos.
Este hecho militar era y es un caro sentimiento de la población argentina, desde que en 1833, el imperio británico usurpó por la fuerza este archipiélago, que por fundamentos geográficos, históricos y jurídicos pertenece a la Argentina.
Esta ocupación, improvisada, se daba en el marco de la última etapa de la dictadura cívico-militar más genocida que conociera nuestro país.
Las crecientes luchas populares, que tuvieron su más alta expresión el 30 de marzo de 1982, hicieron retroceder los planes políticos de la Junta Militar, quienes pergeñaron una maniobra distractoria apelando a un anhelo muy sentido por los argentinos: recupera Malvinas, para nuestra soberanía.
Para implementar ese proceso, acudieron al lo servicios de jóvenes sin adiestramiento militar para una proeza de esa naturaleza.
Ignorando el destino de la operación, las tropas nacionales, en su mayoría del interior del país, sufrieron toda clases de privaciones por falta de una logística adecuada, antes y durante las operaciones.
Todos los padecimientos que sufrieron los soldados argentinos llenaron miles de páginas, volcadas en distintos testimonios escritos. Sus relatos y las imágenes rescatadas de aquellos sucesos estremecieron hasta las lágrimas a varias generaciones.
Pero tal vez lo más condenable sean los tormentos que sufrieron los que para algunos eran “ los chicos de la guerra”. Condenados sin juicio, por “ robar una oveja” u otras nimiedades; para palear las hambrunas a las que fueron sometidos, fueron estaquedos a la intemperie, torturados y condenados al frío de aquellas latitudes.
La dictadura que gobernaba el país, extendía el Terrorismo de Estado, contra sus propios combatientes.
A pesar de la intrepidez, el ingenio y la valentía de aquéllos verdaderos héroes, el sólo hecho de enfrentarse a la flota más poderosa del mundo apoyada por la OTAN y las fuerzas norteamericanas, anunciaba que la guerra era en sí “ la crónica de una derrota enunciada”, mientras que por los medios oficiales anunciaban que “ íbamos ganando”.
Más allá de la derrota, dolorosa en sí, las secuelas negativas se prolongaron en el tiempo. La “desmalvinización” inducida desde el poder, la negación de los ahora “ derrotados de Malvinas”, la impunidad de los torturadores, la negación de los derechos a los combatientes; el vacío social al que fueron condenados provocaron problemas psíquicos (que generaron cientos de suicidios), dificultades para su reinserción laboral y social, discriminación y marginación.
Hay una deuda moral, nacional, con los excombatientes de Malvinas. El pleno cumplimiento de sus derechos vale mas que mil medallas o monumentos. Por ello apelamos a la memoria colectiva, no sólo para que se los recuerde cada 2 de abril, sino porque este es el tiempo para el reconocimiento. La política de Estado, de Memoria, Verdad y Justicia está llegando a la causa Malvinas. Es el mejor homenaje para ellos.
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