Nos referiremos hoy a la vida de una mujer indígena que vivió en Santiago del estero en época de la Conquista, más precisamente en el siglo XVI.
Núñez del Prado, llegó a los valles calchaquíes, a mediados del siglo XVI. El Conquistador español llegó acompañado por 50 españoles, dos frailes dominicos y un gruipo de indios flecheros sometidos.
Las tierras de la Tucu-manita, o tierra de los tucu-tucu, o luciérnagas, o bichitos de luz, o también llamada YUKUMAN (yuku: río, y man: ir hacia; o sea ir hacia el río), estaba poblada por varios pueblos originarios. En la zona cordillerana los diaguitas y los Quilmes y mas hacia la tierra de Santiago del Estero los juríes, los lules y los vilelas.
Los españoles , entre los que venía el joven, de familia noble, Hernán Mexía Mirabel, tuvieron serias dificultades para poder asentarse definitivamente en la tierra de los yukuman. Fundaron la ciudad del Barco I y Barco II, pero finalmente se fueron afincando en lo que era la Madre de Ciudades (Santiago del Estero) fundada en 1553.
Allí había un grupo de indígenas sometidos de la familia de los juríes (nombre que deriva de SURIES, o avestruces que abundan en la región). Entre ellos había una indígena que llamó la atención de Hernán Mexia, quien se unió a ella y tuvo con la misma 4 hijos , las dos mayores mujeres.
La indígena, que hubiera quedado en el anonimato, de no haber sido que se unió a un español, aprendió el idioma de sus dominadores, leyendo y escribiendo el idioma de la Castilla.
Cuando Hernán partió al Alto Perú a validar sus títulos, hizo casar a la ahora llamada María Mexía, con un indígena. Tanto el español, (quien se llevó al Perú, a vivir con él a sus hijas mayores), como el indígena esposo de María, murieron en distintas circunstancias, por lo que ésta se dedicó a mantener el hogar, acercándose a la iglesia católica, quién había auxiliado a los conquistadores.
Rodeada de hijos y nietos, María resistió junto a su pueblo santiagueño, a los ataques de los últimos malones, donde se detectaba ya la presencia de hombres blancos, que dirigían a los indígenas en sus fechorías.
María sembraba, cosechaba, atendía el hogar, educaba a sus hijos y nietos. Ya en 1575, sintiéndose anciana quiso dejar lo que había logrado construir (una chacra con diversos ganados) a sus criadas indígenas, a sus hijos y nietos. No se había olvidado de sus raíces. Hoy se la recuerda en toda la región porque dejó un testamento (el único de una mujer indígena) en el Poder Judicial de Santiago del Estero (N°de Legajo 1600) y a partir de esta historia, Lucía Galvez, historiadora, la llevó a la literatura.
Núñez del Prado, llegó a los valles calchaquíes, a mediados del siglo XVI. El Conquistador español llegó acompañado por 50 españoles, dos frailes dominicos y un gruipo de indios flecheros sometidos.
Las tierras de la Tucu-manita, o tierra de los tucu-tucu, o luciérnagas, o bichitos de luz, o también llamada YUKUMAN (yuku: río, y man: ir hacia; o sea ir hacia el río), estaba poblada por varios pueblos originarios. En la zona cordillerana los diaguitas y los Quilmes y mas hacia la tierra de Santiago del Estero los juríes, los lules y los vilelas.
Los españoles , entre los que venía el joven, de familia noble, Hernán Mexía Mirabel, tuvieron serias dificultades para poder asentarse definitivamente en la tierra de los yukuman. Fundaron la ciudad del Barco I y Barco II, pero finalmente se fueron afincando en lo que era la Madre de Ciudades (Santiago del Estero) fundada en 1553.
Allí había un grupo de indígenas sometidos de la familia de los juríes (nombre que deriva de SURIES, o avestruces que abundan en la región). Entre ellos había una indígena que llamó la atención de Hernán Mexia, quien se unió a ella y tuvo con la misma 4 hijos , las dos mayores mujeres.
La indígena, que hubiera quedado en el anonimato, de no haber sido que se unió a un español, aprendió el idioma de sus dominadores, leyendo y escribiendo el idioma de la Castilla.
Cuando Hernán partió al Alto Perú a validar sus títulos, hizo casar a la ahora llamada María Mexía, con un indígena. Tanto el español, (quien se llevó al Perú, a vivir con él a sus hijas mayores), como el indígena esposo de María, murieron en distintas circunstancias, por lo que ésta se dedicó a mantener el hogar, acercándose a la iglesia católica, quién había auxiliado a los conquistadores.
Rodeada de hijos y nietos, María resistió junto a su pueblo santiagueño, a los ataques de los últimos malones, donde se detectaba ya la presencia de hombres blancos, que dirigían a los indígenas en sus fechorías.
María sembraba, cosechaba, atendía el hogar, educaba a sus hijos y nietos. Ya en 1575, sintiéndose anciana quiso dejar lo que había logrado construir (una chacra con diversos ganados) a sus criadas indígenas, a sus hijos y nietos. No se había olvidado de sus raíces. Hoy se la recuerda en toda la región porque dejó un testamento (el único de una mujer indígena) en el Poder Judicial de Santiago del Estero (N°de Legajo 1600) y a partir de esta historia, Lucía Galvez, historiadora, la llevó a la literatura.
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