El Área de Investigaciones Históricas del Museo del
Hombre Chaqueño “Ertivio Acosta”, acude a la memoria colectiva, en esta semana,
en el marco del Día del Indígena Americano, para hacer visible los despojos,
las matanzas, la destrucción de un sistema de subsistencia, de la que fueron objeto
los habitantes de la América precolombina.
Se estima que al momento de la llegada del hombre blanco
poblaban estas tierras entre 60 y 120 millones de indígenas. Trescientos años
después quedaban sólo 20 millones de
ellos. El proceso de mestizaje no alcanzó a igualar a aquellos que fueron
exterminados.
En primer término, en nombre de la fe católica, los
conquistadores europeos cometieron una doble matanza: por las armas en primer lugar
y por las enfermedades que estos les transmitieron a los pueblos originarios
que no tenían defensas inmunológicas para contrarrestarlas.
Luego siguió el “ecocidio”, destrucción del hábitat
natural del hombre americano. El incendio de llanos y de selvas y montes obligó
a las tribus a desplazarse a otras latitudes con las secuelas negativas que
esto conlleva.
La explotación del trabajo forzado en los yacimientos
minerales y en las plantaciones de caña de azúcar, cacao, algodón, se encargaron de segar millones de seres
humanos.
Luego vinieron las matanzas en masa. En Santa Fe, Chaco y
Formosa hubo suficientes ejemplos: San Antonio de Obligado, Napalpí, El
Zapallar, Rincón Bomba; donde quedó demostrado el genocidio cometido contra los
primitivos dueños de las tierras.
Hoy continúa, de modos más sutiles, esta persecución y
discriminación que debe cesar, en función del respeto a la diversidad cultural
y al fortalecimiento de nuestras democracias.
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