Las Ciencias Sociales, han incorporado a la mitología de los pueblos americanos, como un integrante más del imaginario colectivo al ponerlos en valor como símbolos de verdadero valor social.
Ertivio Acosta, uno de los estudiosos del folklore regional, ha sido tal vez uno de los que más ha estudiado la simbología de estos pueblos, en especial los de la cultura guaraní.
Los guaraníes buscaron la protección de estos duendes, los que en su cosmogonía, no poseían el concepto de maldad diabólica que trajeron los europeos.Los dioses malignos que poblaban el Olimpo Guaraní, sólo aparecían para castigar a los que depredaban la naturaleza, o destruían los recursos de la selva.
Esos duendes han vivido en el imaginario popular de los pueblos originarios y han sufrido una metamorfosis, de manera tal que hoy tienen plena vigencia aunque con otras formas. La colonización cultural a la que se sometió a los pueblos originarios de Latinoamérica, hizo que esta riqueza espiritual permaneciera oculta, ridiculizada, distorsionada, pero estos seres han sobrevivido como una manifestación de supervivencia.
El Dios superior de los Guaraníes era “ Ñanderú Tenondé” o “ Ñanderú Guazú” y un grupo de dioses de segundo nivel, como TUPÁ-
Según esa creencia los hombres habían sido creados para servir a los dioses, pero ellos también protegían a éstos. Los “ Porás” eran para los Guaraníes los encargados de cuidar los frutos del monte, otros cuidaban las aguas o los animales.
KARAY OCTUBRE era un duende maligno, que bajaba a los montes en el primer día de octubre. Como éste era un mes de escasez en la tierra, su función era prevenir sobre la necesidad de guardar alimentos para los momentos en que faltaran los alimentos.
Los guaraníes poseían, a la llegada de los españoles, algunas pequeñas huertas con mandioca, maíz, zapallo y maní. Educados por los jesuitas, supieron guardar alimentos para “ el Dios” y para “ la Iglesia”.
En octubre las chacras quedaban tapadas por las grandes lluvias. Era el momento de la aparición del Karay Octubre, al que relacionaban con el “ hombre malo” que viene a hacerlos prisioneros.
Este duendecito, que tenía la apariencia de un viejito encorvado, iba recogiendo en una bolsa, los alimentos que las familias le dejaban en la puerta “ señal de que habían sabido guardar” para el mes de la miseria.
El último día de setiembre se celebraban grandes “ comilonas” para que Karay vea que habían guardado víveres. A quien no lo hubiere hecho, le propinaba severas palizas, con una “ guacha” que portaba. Por lo tanto, una vez que el Karay se retiraba, la familia barría la vivienda con ramas bendecidas. Lo hacía en tres esquinas, dejando una libre, para que por ahí se vaya la miseria.
Ertivio Acosta, uno de los estudiosos del folklore regional, ha sido tal vez uno de los que más ha estudiado la simbología de estos pueblos, en especial los de la cultura guaraní.
La historiografía nacional quiso silenciar durante cientos de años, la verdadera dimensión de estos personajes que transitan el camino de la popularidad.
Algunos de estos personajes diabólicos, acompañaron a los indígenas guaraníes en el momento en que fueron apresados por los bandeirantes brasileros, y eran llevados como mano de obra esclava hasta San Pablo, o en manos de los españoles, quienes querían esclavizarlos en nombre de una “ supuesta superioridad emanada de Dios”.Los guaraníes buscaron la protección de estos duendes, los que en su cosmogonía, no poseían el concepto de maldad diabólica que trajeron los europeos.Los dioses malignos que poblaban el Olimpo Guaraní, sólo aparecían para castigar a los que depredaban la naturaleza, o destruían los recursos de la selva.
Esos duendes han vivido en el imaginario popular de los pueblos originarios y han sufrido una metamorfosis, de manera tal que hoy tienen plena vigencia aunque con otras formas. La colonización cultural a la que se sometió a los pueblos originarios de Latinoamérica, hizo que esta riqueza espiritual permaneciera oculta, ridiculizada, distorsionada, pero estos seres han sobrevivido como una manifestación de supervivencia.
El Dios superior de los Guaraníes era “ Ñanderú Tenondé” o “ Ñanderú Guazú” y un grupo de dioses de segundo nivel, como TUPÁ-
Según esa creencia los hombres habían sido creados para servir a los dioses, pero ellos también protegían a éstos. Los “ Porás” eran para los Guaraníes los encargados de cuidar los frutos del monte, otros cuidaban las aguas o los animales.
KARAY OCTUBRE era un duende maligno, que bajaba a los montes en el primer día de octubre. Como éste era un mes de escasez en la tierra, su función era prevenir sobre la necesidad de guardar alimentos para los momentos en que faltaran los alimentos.
Los guaraníes poseían, a la llegada de los españoles, algunas pequeñas huertas con mandioca, maíz, zapallo y maní. Educados por los jesuitas, supieron guardar alimentos para “ el Dios” y para “ la Iglesia”.
En octubre las chacras quedaban tapadas por las grandes lluvias. Era el momento de la aparición del Karay Octubre, al que relacionaban con el “ hombre malo” que viene a hacerlos prisioneros.
Este duendecito, que tenía la apariencia de un viejito encorvado, iba recogiendo en una bolsa, los alimentos que las familias le dejaban en la puerta “ señal de que habían sabido guardar” para el mes de la miseria.
El último día de setiembre se celebraban grandes “ comilonas” para que Karay vea que habían guardado víveres. A quien no lo hubiere hecho, le propinaba severas palizas, con una “ guacha” que portaba. Por lo tanto, una vez que el Karay se retiraba, la familia barría la vivienda con ramas bendecidas. Lo hacía en tres esquinas, dejando una libre, para que por ahí se vaya la miseria.
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